Por Laura Alejandra Blanco (*)
Cuando comenzó el aislamiento, cuarentena o distanciamiento social, ese 16 de marzo, les docentes comenzamos en la búsqueda de un sinfín de estrategias y recursos, para continuar con nuestro proceso de enseñanza- aprendizaje.
En un primer momento la búsqueda de conectividad con las flias, alumnas y alumnos, se pensó a partir del blog de la escuela. La mayoría tienen un blog que se utiliza para compartir info, proyectos, planillas, etc., pero, porque siempre existe un pero, hay escuelas que nunca lo diseñaron.
Entonces empezaron a armarse de distintas plataformas para poder llevar a cabo la tarea: «Las clases deben continuar».
Así es que aparecieron padlets, nuevos blog, cuentas de you tube, clases virtuales por zoom, grupos de whatsaap, cadenas de mails, etc, etc, etc.
Cada institución adecuó la forma y aseguró la continuidad, de acuerdo a sus recursos y posibilidades.
Allí comenzó un intercambio infinito de actividades por materias, por unidades didácticas, por proyectos.
En algunos casos, las posibilidades se multiplicaban ya que, al blog de la escuela se le sumaban actividades desde el google driver o adaptándose al nivel, se sumaban pestañas para tener, por ejemplo, una biblioteca y allí disfrutar hasta de audio cuentos narrados o leídos por sus docentes, enlaces que te conducen a un canal propio de you tube en donde pueden disfrutar de un video de música preparado por les profes, una clase de educación física o, hasta de un video Institucional para recordar a todos y todas les docentes, auxiliares y camarerxs de la institución.
Para este contexto de pandemia, leer hasta ahora la maravillosa tarea de continuidad pedagógica de la escuela ( la escuela no como edificio porque obviamente, los edificios están cerrados) hasta aquí la educación estaba garantizada y pareciera ser un contrato casi perfecto pero, y repito que siempre existe un pero, qué pasa con esta virtualidad en las zonas marginales o, en aquellas familias de bajos recursos que no cuentan con siquiera, un dispositivo móvil en su casa?
Hay escuelas insertas en zonas cuya población, les docentes saben a ciencia cierta que tendrían escasas o casi nulas, posibilidades de acceder al virtualismo.
En esas escuelas, les docentes han implementado otras metodologías y, por ejemplo, han invertido en confeccionar cuadernillos y entregárselos a las familias el día que concurren a retirar sus bolsones de alimentos pero (supongo que a esta altura ya les que leen saben que existiría uno) hay escuelas en cuya población sería impensado creer que no tuvieran acceso al menos, a una pc, sin embargo, no la tienen.
Imaginan pues, lo injusto y lo difícil que debe ser para un niño o una niña, sentirse excluido del resto?
Saber que sus compañeros y compañeras cuentan con material de trabajo que ellxs no?
Sentir que sus compañeras y compañeros tienen «privilegios de clase» a los que algunes, no pueden acceder?
La necesidad y la urgencia por continuar con las clases sin antes siquiera realizar un diagnóstico esencial para simplemente, buscar primero los recursos óptimos para esa institución. Para ese curso, ese grado, ese grupo en particular crearon esos privilegios. Establecieron esas diferencias.
Y estos cuestionamientos deberían ser una invitación a repensar «La escuela ahora».
Esta escuela hoy en este complejo momento social, desde la distancia porque la escuela, ante todo, tiene que brindar igualdad de oportunidades.
(*)Profesora de Educación Preescolar y Jardín Maternal. Profesora de Enseñanza Primaria. Profesora de Educación Primaria de Jóvenes Adolescentes y Adultos Especialista Superior en Nuevas Tecnologías y Comunicación. Especialista en Pedagogía y Educación en los Derechos Humanos