9 DE ABRIL….. DE 1949

CIENCIA ECONOMÍA & FINANZAS POLÍTICA NACIONAL

Por Redacción

El PRIMER CONGRESO INTERNACIONAL DE FILOSOFÍA se realizó entre el 31 de marzo y el 9 de abril de 1949 en Mendoza. La presencia de importantes filósofos europeos lo convirtió en internacional.

El 9 de noviembre de 1947, el profesor en Letras (UBA) Ireneo Fernando Cruz (1903-1954) -destacado humanista y especialista en Grecia- fue designado por el Poder Ejecutivo Nacional, interventor de la Universidad Nacional de Cuyo (Uncuyo) de Mendoza. A un mes y días de asumir, decretó la realización del Primer Congreso Argentino de Filosofía.

Los objetivos de Cruz adherían al proyecto del gobierno del general Juan Perón de llevar adelante una «Nueva Argentina» basada en la doctrina de la «Tercera Vía» entre el comunismo ateo y el capitalismo liberal: Un hispanismo con base en el catolicismo.

Tanto fue así, que Perón, con fecha del 20 de abril de 1948, decretó la nacionalización del congreso de filosofía designándolo como «Primer Congreso Nacional de Filosofía» y estableció que se haría cargo de los costos (trescientos mil pesos moneda nacional) para su realización. El encuentro, que se transformaría en internacional, se realizó entre el 30 de marzo al 9 de abril de 1949, convirtiéndose en el primero de esa categoría y nivel realizado en Hispanoamérica luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial.

SESION INAUGURAL
A las 18.30 del martes 30 de marzo, en el Teatro Independencia de Mendoza, tuvo lugar la Sesión inaugural del Congreso y fue presidida por el Ministro de Educación, Oscar Ivanissevich, quien tuvo a su cargo el primer discurso.
Luego se leyeron los mensajes y saludos de las personalidad que no habían podido concurrir al evento como, por ejemplo, el de Martín Heidegger.
Ivanissevich comenzó su alocución con una furibunda crítica a los Estados Unidos a quienes acusó de tratar por todos los medios de evitar la realización del evento, con el objetivo de ocultar «la verdad argentina».

Luego destacó: «Tenemos una doctrina y un maestro que por primera vez en la historia de la República usa más del ejemplo que del precepto. Un filósofo práctico que está realizando pacíficamente ante los ojos asombrados del mundo, lo que nadie pudo realizar sin coerción y sin sangre. La felicidad de un pueblo por la conquista de sus derechos. La dignificación del hombre por la conquista de su libertad. La espiritualización de las masas que creen ahora en su bandera, en la Patria y en Dios, porque saben que ellos no son materia deleznable sino soplo divino que trata de escaparse de la bestia».

En la parte final de su discurso, exhibiendo claramente la corriente del pensamiento sobre la cual se iba a deslizar el Congreso y la gran mayoría de sus expositores, Ivanissevich estableció: «Señores Congresales: Nuestra doctrina dice que si el hombre se ha erguido de pie sobre la tierra es porque hay en él imagen y semejanza que atrae su mirada hacia los cielos. A poco que abandone su contacto con el más allá, que es su polo positivo de superación permanente, se dobla inexorablemente sobre la tierra y se aplasta sobre ella como un vil gusano! No creemos que el hombre pueda curarse pronto del materialismo que lo ha infectado y que como una peste debe cubrir la tierra. Ni creemos que sea útil hacer esfuerzos sobrehumanos para salvar de la infección materialista a los indemnes. El materialismo es una enfermedad curable a plazo cierto porque lleva en sí misma los antígenos necesarios para producir los anticuerpos curativos. La soledad inmensa de su alma vuelve al hombre fatalmente a la vida del espíritu (…) Pensamos en una Nueva Argentina, profundamente cristiana y profundamente humanista (…) Al impulso ciego de la fuerza, al impulso ciego del dinero, la Argentina coheredera de la espiritualidad hispánica, debe oponer la supremacía vivificante del espíritu (…) Señores Filósofos extranjeros y argentinos: vengo hoy a estrecharles cordialmente la mano y a dejar inaugurado este Congreso del pensamiento! Que en vuestras deliberaciones triunfe el espíritu! Ya lo dijo Bacon hace más de tres siglos: «Un poco de filosofía inclina al espíritu humano al ateísmo, pero las profundidades filosóficas llevan al espíritu humano a la religión!». Sepamos todos profundizar cada vez más hondo en los abismos de la filosofía!».

Luego de los agradecimientos de rigor realizados por el rector de la Uncuyo, Cruz, habló el profesor Hans Georg Gadamer de la Universidad de Frankfurt, en representación de los miembros europeos. «Huelga destacar -aclaró- en este círculo que el cometido de la filosofía que aquí nos reúne no pertenece a ninguna nación determinada, sino a la Humanidad entera». Para luego expresar: «Permitidme deciros que la experiencia halagüeña de nuestros primeros encuentros demostró que, contra todos nuestros resquemores, nos es fácil hacernos entender y entender a los demás. En medio de esta comunicación, interiormente preparada, encontramos, en suelo argentino, hombres filósofos de casi todas las naciones, que han llegado para guardar, en las tempestades de la época, la patria del espíritu».

El discurso académico más destacado fue el del profesor Coriolano Alberini de la UBA en representación de los miembros argentinos. Luego de realizar una excelente síntesis de la filosofía argentina y explicar la importancia de la disciplina sostuvo que este Congreso «merced a sus colaboradores, habrá logrado conferir un brillante nuevo matiz a la vida espiritual de la nación. Y así, nuestra cultura filosófica, amplia, honda y generosa, será universal a fuerza de ser argentina».
Durante la jornada inaugural, se leyó también un mensaje del Ministro de Educación Nacional de España, el ultra franquista José Ibáñez Martín. «Nuestra Patria -sostuvo- formula los votos más lisonjeros para que este certamen ponga de relieve ese gran espíritu cristiano, honor y esencia del pueblo argentino, por el que, cuando la razón humana quiere buscar explicaciones últimas al origen de la existencia, a la idea del ser o a la noción del tiempo, tiene que acudir siempre al fundamento final por el que todo se explica: es decir, al concepto de Dios. Asimismo pedimos, para que Dios siga ayudando al magnífico resurgir en todos los aspectos de ese gran pueblo y para que proteja a su primer mandatario, el insigne general Juan D. Perón, plenamente entregado al mejor servicio de su Patria y para que además cada día sean más fuertes los vínculos que enlacen a vuestros centros de cultura con los nuestros».

SESIONES PLENARIAS
Durante las ocho jornadas se realizaron numerosas sesiones plenarias y particulares que se dividieron según en diversos temas filosóficos: La filosofía en la vida del espíritu. La persona humana. El existencialismo. La filosofía contemporánea. La filosofía y la ciudad humana. Lógica y gnoseología. Etica, psicología y estética. Filosofía de la educación y del derecho, entre otros.
El Congreso reunió a 147 filósofos, entre argentinos y extranjeros, y se leyeron o tuvieron en cuenta 171 discursos, comunicaciones y ponencias de aquellos que no pudieron concurrir pero mandaron su trabajo. Todo este material fue publicado en 1950 bajo el título «Actas del Primer Congreso Nacional de Filosofía», en tres tomos que totalizan más de 2.000 páginas.

Entre los participantes más destacados estuvieron: Nimio de Anquín, Charles de Koninck, Nicolai Hartmann, Carlos Astrada, Hernán Benítez, Gabriel Marcel, Carlos Cossio, José Vasconcelos, Eugenio Pucciarelli, Cornelio Fabro, Antonio Millán Puelles, Benedetto Croce, Karl Jaspers, Julián Marías, Otto Friedrich Bollnow, Hans Georg Gadamer, Miguel Angel Virasoro, Juan Alfredo Casaubon, Octavio Nicolás Derisi, Réginald Garrou-Lagrange, Bertrand Russell, Juan Pichon-Riviére, Cesar E. Pico, Julio Meinvielle, Joaquim de Carvalho, Rodolfo Mondolfo, Michele Federico Sciacca y Juan Carlos Zuretti.

CONCLUSIONES Y CLAUSURA
El viernes 8, finalizadas las exposiciones, habló el doctor Cruz (a quien Perón le otorgaría tiempo después la Medalla a la Lealtad) para exponer algunas de las conclusiones a las que había llegado el Congreso. A manera de síntesis, entre otros conceptos, expresó que «el Primer Congreso Nacional de Filosofía interpretando el ambiente en que sus discusiones se han movido, y la coincidencia de numerosas ponencias, en busca de una interpretación integral del ser humano, afirma que, además de lo corporal, que explica su radicación en el mundo, es necesario el espíritu, que explica su destino trascendente, el Ser Supremo, al que debe llegar con su acción libre».
Al día siguiente, ante una verdadera multitud, arribó a la estación del Ferrocarril General San Martín, en Mendoza, el tren presidencial con la presencia de Perón, su esposa, Eva y gran parte del gabinete. Fueron recibidos por el gobernador, coronel Blas Brisoli.

En acto central de clausura se realizó, por la tarde, en el teatro Independencia ante una sala repleta de banderas argentinas y de las naciones extranjeras participantes, cuyos representantes tenían traducción simultánea.

Las primeras palabras fueron del rector Cruz: «Sin precedencia histórica, según mi entender, un mandatario que sabe salir al encuentro de los humildes, sabe también ascender -como hoy lo hace- al alto estrado de la cátedra filosófica para debatir en ella su pensamiento y expresar los fundamentos de su doctrina. Gracias a su fe en la cultura, a la que considera simiente fundamental de la felicidad de los pueblos, nuestro Presidente ha calado con profundidad la significación espiritual decisiva que este Congreso tiene para el destino de la cultura argentina, puesto que sólo haciendo balance de sí misma en la reflexión filosófica, sólo desde ahí, puede emprender su gran avenida de perfección sin atajos erróneos, abierta hacia la autenticidad de su perfil nacional».

EL DISCURSO DE PERON
Luego fue el turno de Perón. Desde hace 70 años se viene especulando acerca de quién le escribió el discurso. Suele recaer esa responsabilidad en el filósofo Carlos Astrada (1894-1970), quien también formaba parte del Comité Ejecutivo del Congreso y se había formado en Alemania con intelectuales de la talla de Max Scheler, Edmund Husserl y Martin Heidegger. También se especula con que colaboraron Arturo Sampay (ideólogo de la Constitución del 49) y el padre jesuita Hernán Benítez. De todos modos, como sostiene Silvio Maresca en su libro «Perón y la filosofía», al leer Perón el texto al cierre del Congreso de Filosofía en Mendoza, «lo hizo suyo».
Esta exposición de Perón -que se extendió por más de una hora- luego se transformaría en el libro «La comunidad organizada», considerada como la base filosófica del Justicialismo.

«Señores Congresales -comenzó diciendo Perón- Alejandro, el más grande general, tuvo por maestro a Aristóteles. Siempre he pensado entonces que mi oficio tenía algo que ver con la filosofía. El destino me ha convertido en hombre público. En este nuevo oficio, agradezco cuanto nos ha sido posible incursionar en el campo de la filosofía. Nuestra acción de gobierno no representa un partido político, sino un gran movimiento nacional, con una doctrina propia, nueva en el campo político mundial. He querido entonces ofrecer a los señores que nos honran con su visita, una idea sintética de base filosófica, sobre lo que representa sociológicamente nuestra tercera posición».

El discurso de Perón estuvo centrado en tres ejes principales:

A) Brindar un panorama de la situación del mundo en aquel momento: «La sociedad y el hombre -aseguró- enfrentan una profunda crisis de valores.

B) Culpar al materialismo por reducir las perspectivas íntimas del hombre.

C) Y orientar en la búsqueda de la verdad para enfrentar cualquier cambio con la filosofía como noble herramienta.

La solución que ofreció fue un concepto de comunidad organizada en donde las individualidades fueran capaces de engendrar lo colectivo. «Una comunidad saludable -dijo- formada por el ascenso de las individualidades conscientes».
Ahora, esa idea de sociabilidad -advirtió Perón- puede ser afectada por el «individualismo amoral» que origina una libertad sin ética; o por el «colectivismo atomizador» que provoca la expansión del materialismo por imposición mecánica.

La respuesta, por lo tanto, se encuentra en la comunidad organizada desde la concepción de la «Tercera vía» orientada, esencialmente, en la idea de Santo Tomás de Aquino de que el fin del Estado es la educación del hombre para la vida virtuosa, que el Estado está al servicio de la perfección del hombre, y que «el hombre era sólo algo que debía perfeccionarse, para Dios y para la comunidad».

«Nosotros somos colectivistas, pero la base de ese colectivismo es de signo individualista y su raíz es una suprema fe en el tesoro que el hombre, por el hecho de existir, representa», sostuvo Perón.
«El gran menester del pensamiento filosófico puede consistir, por consiguiente, en desbrozar ese camino, en acompasar ante la expectación del hombre el progreso material con el espiritual», estableció. Y en ese marco, desarrolló diferentes ideas a partir de pensadores tan disímiles como Demócrito, Parménides, Sócrates, Platón, Aristóteles, Anaximandro, Santo Tomas de Aquino, San Agustín, Spinoza, Descartes, Kant, Comte, Leibniz, Hobbes, Spencer y D»Alembert, entre otros, para referirse a los diversos momentos históricos de la filosofía y la humanidad.

Ya en la parte final de su exposición, el Jefe del Estado, alertó que «no nos está permitido dudar de la trascendencia de los momentos que aguardan a la humanidad. Importa, por tanto, conciliar nuestro sentido de la perfección con la naturaleza de los hechos, restablecer la armonía entre el progreso material y los valores espirituales y proporcionar nuevamente al hombre una visión certera de su realidad (…) En los cataclismos la pupila del hombre ha vuelto a ver a Dios y, de reflejo, ha vuelto a divisarse a sí mismo (…) Lo que nuestra filosofía intenta restablecer al emplear el término armonía es, cabalmente, el sentido de plenitud de la existencia (…) La náusea está desterrada de este mundo, que podrá parecer ideal, pero que es en nosotros un convencimiento de cosa realizable. Esta continuidad que persigue tiene fines espirituales y materiales, que tiende a superarse, que anhela mejorar y ser más justa, mas buena y más feliz, en la que el individuo puede realizarse y realizarla simultáneamente, dará al hombre futuro la bienvenida desde su alta torre con la noble convicción de Spinoza: «Sentimos, experimentamos, que somos eternos».

Luego de los discursos, se realizó un acto popular en el Plaza San Martín y también se tomó juramento de fidelidad a la Constitución Nacional, recientemente aprobada en marzo, a la multitud presente en el lugar. Días después, el 13 de abril, en el Teatro Colón de Buenos Aires, las Universidades Argentinas, con la presencia del Presidente, homenajearon a los intelectuales extranjeros que habían participado del Congreso haciéndoles entrega del título de Miembros Honorarios de la UBA.

AGRADECEMOS ESPECIALMENTE A: https://www.laprensa.com.ar/ y https://www.labaldrich.com.ar/

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