Por Julio C. Gambina (*) para https://www.alainet.org
No hay posibilidad de encarar una estrategia en la región contra los problemas globales si no se encara un proceso de integración no subordinada.
En estos días se procesaron encuentros internacionales relevantes para el debate contemporáneo. Uno remite a la Asamblea General de Naciones Unidas, la ONU; y otra a la reunión de la CELAC, Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños.
Más allá del protocolo, la agenda de convocatoria y los debates, en ambos cónclaves se trataron los temas más urgentes de la sociedad contemporánea, tales como la emergencia sanitaria del Covid19 y el cambio climático, los que impactan regresivamente en la situación económico social de la población mundial, con más pobreza, desigualdad y concentración.
En la inauguración de la Asamblea de la ONU, su titular señaló:
“Estoy aquí para hacer sonar la alarma (…) Nuestro mundo nunca ha estado más amenazado. O más dividido. Nos enfrentamos a la mayor cascada de crisis de nuestra vida. La pandemia del COVID-19 ha sobredimensionado las flagrantes desigualdades. La crisis climática está golpeando el planeta.”
Algo similar puede leerse en la Declaración final de la CELAC cuando se señala:
“la Celac reitera el compromiso con la unidad e integración política, económica, social y cultural, y la decisión de continuar trabajando conjuntamente para hacer frente a la crisis sanitaria, social, económica y ambiental, ocasionada por la pandemia de Covid-19, el cambio climático, desastres naturales y la degradación de la biodiversidad del planeta, entre otros.”
Queda claro que la preocupación central en el debate civilizatorio apunta a los desafíos derivados de problemas globales que son producto del modelo productivo y de desarrollo capitalista, con impactos regresivos sobre la sociedad y la naturaleza. Vale enfatizar que el discurso diplomático jamás menciona al capitalismo como causa y razón de la situación.
Lo que se está afectando es la vida humana y el metabolismo natural del planeta, por lo que se demandan soluciones inmediatas, las que deben empezar por asumir la gravedad de la situación del orden actual capitalista, como consecuencia de la explotación de la fuerza laboral y el saqueo de bienes comunes que deben trascender el tiempo vital de la población actual y asegurar la reproducción de la vida social y natural en el planeta.
No alcanza con palabras y declaraciones
Son interesantes los discursos, que se precisan y especifican en las agencias especializadas de la ONU y en otros organismos internacionales, caso de la CEPAL para la región.
El problema es que los discursos no resultan efectivos ante la realidad de la organización económico social cotidiana subordinada a la lógica del capital, con base en las ganancias privadas y la acumulación en desmedro de beneficios sociales.
No alcanza con el lenguaje diplomático de los organismos internacionales, que necesita ser desafiado por una dinámica de cambio social y político en los ámbitos nacional, regional y global.
Por eso resulta auspicioso el retorno de los cónclaves de la CELAC, ahora bajo presidencia pro tempore de México.
Aun cuando Brasil está afuera del esfuerzo articulador del diálogo político que expresa la CELAC, es importante que se retome un debate sobre las formas del dialogo político y diplomático regional, reconociendo las desavenencias de fuerte tono que suponen objetivos contradictorios en su seno.
Esas contradicciones se sintieron en los cruces verbales entre representantes de gobiernos aliados a la política exterior estadounidense, casos de Paraguay y Uruguay, con países que como Cuba o Venezuela denuncian, con amplia solidaridad internacional, las sanciones estadounidenses. El fenómeno también aparece en la Asamblea de la ONU, por caso, con Colombia confrontando con Venezuela.
Son confrontaciones que definen los rumbos y desafíos para la economía y la política global, amenazadas por problemas globales que acumula el orden capitalista y que no resuelve un orden gestado hace 75 años y con hegemonía estadounidense.
Una hegemonía que impuso a la OEA, como el ámbito privilegiado de las relaciones interamericanas, por lo que no podía contener a Cuba con su proyecto socialista desde 1961 y por eso la expulsión.
Los cambios políticos del Siglo XXI en la región trajeron la novedad de una nueva integración y con ello emergieron distintos ámbitos para su concreción, destacando la CELAC, surgida hace una década. La CELAC es un proyecto en disputa por la representación diplomática y política con la OEA. La diferencia entre la primera y la segunda es la autonomía de una o la subordinación de la otra respecto de la dominación de EEUU.
En la cumbre de la CELAC, el presidente López Obrador sugiere que el vínculo con EEUU surja de una previa articulación regional, lo que lo hace extensivo al conjunto de las relaciones internacionales de América Latina y el Caribe. Dijo en el discurso inaugural de la Celac:
“La CELAC, en estos tiempos, puede convertirse en el principal instrumento para consolidar las relaciones entre nuestros países de América Latina y el Caribe, y alcanzar el ideal de una integración económica con Estados Unidos y Canadá en un marco de respeto a nuestras soberanías…”
Es discutible la posibilidad de cooperación que se sugiere en la ONU y en la CELAC con las potencias que ocupan un lugar central en el orden mundial contemporáneo y no solo EEUU, lo que exige, si, la urgente articulación e integración regional para afrontar con un proyecto colectivo los problemas globales de nuestro tiempo.
Varias intervenciones pusieron el acento en la capacidad de producción de vacunas en la región, a la cabeza Cuba, que, pese a las limitaciones de un bloqueo criminal, alienta investigación y producción propia. En otro plano, la cooperación tecnológica y financiera de varios países en la región permite en asociación con laboratorios extranjeros producir y distribuir vacunas patentadas afuera de la región. Un rumbo alternativo se procesa en la lucha por la suspensión de las patentes y la cooperación en la investigación y producción desde la región.
No hay posibilidad de encarar una estrategia en la región contra los problemas globales si no se encara un proceso de integración no subordinada, que promueva cambios en contra del modelo productivo y de desarrollo del capitalismo, lo que requiere más que palabras.
Resulta interesante verificar coincidencias en foros y cónclaves internacionales, pero lo que se demanda, más que palabras, son acciones para frenar la destrucción del medio ambiente y el recurrente deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población en la región y en el mundo.
(*) Doctor en Ciencias Sociales de la UBA. Profesor Titular de Economía Política de la UNR. Integra la Junta Directiva de la SEPLA.