CUANDO «QUEDARSE EN CASA» ES EL PELIGRO

NOTA

Por GISELLA SANTANA (*)

El aislamiento social obligatorio ha demostrado ser una medida efectiva para controlar la propagación del coronavirus, pero no deja de ser una medida extrema que altera la vida cotidiana y que nos muestra descarnadamente las profundas desigualdades sociales.

Quedarse en casa, en principio, es posible cuando se tiene una casa. Y no es lo mismo hacerlo en un lugar amplio, con todas las comodidades, con espacio incluso para mantener cierta intimidad o momentos de estar “juntes, pero no revueltes“.

Ni hablar de si se tiene un patio, un jardín, una terraza o tan siquiera un balcón, que cuando se vive en una sola pieza, en condiciones de absoluta precariedad. Desinfectar y lavarse las manos parece una medida muy sencilla…

Les comparto una nota que escribí sobre el peligro de quedarse en casa para mujeres y disidencias.

El aislamiento social obligatorio ha demostrado ser una medida efectiva para controlar la propagación del coronavirus, pero no deja de ser una medida extrema que altera la vida cotidiana y que nos muestra descarnadamente las profundas desigualdades sociales.
Quedarse en casa, en principio, es posible cuando se tiene una casa. Y no es lo mismo hacerlo en un lugar amplio, con todas las comodidades, con espacio incluso para mantener cierta intimidad o momentos de estar “juntes, pero no revueltes“. Ni hablar de si se tiene un patio, un jardín, una terraza o tan siquiera un balcón, que cuando se vive en una sola pieza, en condiciones de absoluta precariedad. Desinfectar y lavarse las manos parece una medida muy sencilla, y ¿cuándo ni siquiera se tiene un baño dentro de la casa, o acceso al agua?
Quedarse en casa con un salario o ingreso garantizado nos plantea dificultades más bien psicológicas, “espirituales”, la sensación de encierro o aburrimiento, extrañar a seres queridos o actividades cotidianas, pero ¿qué pasa cuando no hay salario ni ingreso? Cuando se vive al día, cortando el pasto, limpiando casas, de moze, plomere gasista, electricista, feriante, y tantas formas de trabajo informal que no se resuelven con solo $10000 y por única vez… Cuando los patrones despiden, suspenden o deciden que tu empleo es “esencial”, así fabriques golosinas, y temés por contagiar a tu familia porque no te garantizan lo mínimo… La cuarentena desnuda las desigualdades de clase y las convierte en una cuestión de vida o muerte.
Pero hay un aspecto de la desigualdad que hace algunos años el movimiento de mujeres y diversidades viene peleando por visibilizar y erradicar, por supuesto, que es la desigualdad de género, que también se expresa brutalmente en este contexto de crisis inédita. Empezando porque las mujeres somos el 70% de les pobres en el mundo y accedemos a los empleos más precarios y peor pagos, por lo que todos los dramas antes expuestos recaen especialmente sobre nosotras. Porque somos el 70% de les trabajadores de la salud, hoy en primera línea de enfrentamiento a la pandemia, arriesgándose al contagio, muchas veces sin los elementos de protección mínimos, como han denunciado en hospitales de CABA y diversas provincias. Porque si tenés asueto en el trabajo, o siempre trabajaste en tu casa, o si seguís trabajando afuera, igual te espera en casa una extenuante jornada de trabajo, ahora reforzada con les niñes sin ir a la escuela, las tareas y clases que se garantizan en forma virtual (para quienes tienen acceso, claro); las tareas más cotidianas, como las compras, convertidas en una odisea. Y aunque papá también esté en casa, sigue siendo mamá la que sabe dónde están las cosas, la que ayuda con la tarea, la que entretiene e inventa juegos… ¿un problema de cada familia? ¿De varones que no “ayudan” lo suficiente? No, una cultura que sigue imponiendo a las mujeres las tareas de cuidado, de reproducción de las fuerza de trabajo, diríamos en términos marxistas. Tareas que garantizan, al no ser remuneradas, una gran parte de las ganancias capitalistas, ¿cuánto? hay estudios que hablan hasta de un 24% del PBI.
¿Quién nos cuida en casa?
Pero ni siquiera han sido estas enormes dificultades y cargas, las que nos han conmovido en estos días y que nos obligan a volver a gritar ¡BASTA!, incluso en este contexto de encierro. Es otra vez la noticia que nos hiela sangre, la que nos confirma que, para las mujeres y disidencias, lo más peligroso sigue siendo estar en casa: desde que se decretó la emergencia sanitaria, se conocieron al menos 11 feminicidios, cuatro de ellos fueron confirmados en menos de 24 horas, este sábado 28 de marzo. Cristina Iglesias y su hija Ada de 7 años, Haydeé Salazar y Claudia Repetto. Y allí no hubo policías ni gendarmes “bailando” a los asesinos, ni protegiendo a esas mujeres…
Y no es que antes del coronavirus no existiera esta aberrante “epidemia” de violencia machista. Por el contrario, si algo ha logrado el movimiento feminista desde el primer Ni una Menos hasta acá, es sacar el problema de la violencia del ámbito de lo “privado” y ponerlo en la agenda política, explicando las razones culturales y económicas que propician los feminicidios, las violaciones, y todas las formas de violencia que padecemos. El patriarcado y el capitalismo, matan.
Pero estas nuevas condiciones de aislamiento empeoran dramáticamente el cuadro. ¿Se imaginan la convivencia forzada 24 horas con el agresor? ¿Se imaginan la imposibilidad de salir a buscar ayuda, o de llamar al 144 porque él está en casa todo el tiempo? ¿La dependencia económica porque ya no se puede salir a hacer alguna changuita, vender pan o tortillas, limpiar una casa unas horas…? Por todo esto, solamente en el primer día de implementación de la cuarentena, en la línea 144 se atendieron unos 5000 llamados, un 30% más que los que recibe habitualmente, según información del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad.
¿Qué hacer?
El potente movimiento de mujeres y disidencias ha reaccionado una vez más y decidido transformar el dolor y la bronca en acción colectiva. Hoy a las 18 hs se convoca a un ruidazo federal contra los feminicidos y la violencia machista. Pero necesitamos que esa acción se traduzca e demandas concretas para poner en práctica ya ante la emergencia. Aunque sabemos que la violencia solo se erradicará cuando capitalismo y patriarcado caigan juntos, hay varias medidas que podrían tomarse hoy para atender la emergencia y la angustia de esas miles de mujeres en riego.
. Hay que reforzar las líneas y equipos de atención. Las trabajadoras de la línea 144 están precarizadas y trabajan en pésimas condiciones, así no se puede atender la emergencia .Está muy bien que se haya habilitado otra vía de comunicación por WhatsApp (ya que hablar por teléfono con el agresor en casa se hace imposible), pero tampoco estas vías de comunicación están dando abasto y no todas las mujeres cuentan con los medios para hacerlo. Hay que reforzar todos los equipos interdisplicinarios para la tención de la emergencia, con salarios, condiciones de trabajo y presupuesto acordes a la magnitud de la tarea.
.Tienen que garantizarse refugios o alojamientos para la mujer que denuncia (y sus hijes si los tuviera), hasta tanto se le garantice una vivienda y un ingreso, trabajo digno, con un sueldo igual a la canasta familiar. Sin independencia económica, no hay posibilidad de terminar con el círculo de la violencia. Para ello, existen viviendas desocupadas, hoteles, de los que el Estado puede disponer hasta tanto se ponga en marcha un plan de construcción de viviendas.
Todo esto requiere presupuesto, dinero que este país produce, pero que pierde en el pago de una deuda ilegítima y usuraria (en medio de esta crisis fenomenal, el Gobierno acaba de pagar un vencimiento de intereses de 250 millones de dólares), en la fuga de capitales, en la evasión impositiva, en las cuantiosas ganancias privadas a costa del sufrimiento de las grandes mayorías
Salgamos a gritar hoy, bien fuerte, para que esta crisis se transforme en la oportunidad de cambiarlo todo, de raíz, y que de verdad no volvamos a contar Ni una Menos.

(*) Secretaria General de la CTA CAPITAL Regional Norte.
Dirigente de Opinión Socialista

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