Con el reciente viaje del presidente Jair Bolsonaro a los Estados Unidos, quedó claro que habrá un cambio profundo en las relaciones entre Brasilia y Washington, con repercusiones en toda la región. Brasil pasa a girar formalmente en la órbita de los Estados Unidos. El caso de la base militar de Alcántara.
Un acuerdo de este tipo era buscado por Estados Unidos desde el año 2000, cuando la iniciativa fue bloqueada por el Congreso brasileño porque afectaba la soberanía nacional. Ahora también deberá ser aprobado por el Congreso, pero muchos sectores lo ven como un riesgo para el país y un paso más de subordinación hacia los intereses del país norteamericano.
Bolsonaro visitó además la sede de la CIA para discutir sobre crimen organizado y narcotráfico. Esta insólita visita de un mandatario extranjero al servicio de inteligencia estadounidense fue informada por su hijo Eduardo Bolsonaro, el diputado federal que también lo acompañó en el viaje. Previamente se anunció un acuerdo para intercambiar información secreta con el FBI. El hijo presidencial es el enlace permanente con funcionarios estadounidenses y grupos de presión, como el lobby de las armas, grupos religiosos evangélicos o el poderoso pool formado por los anticastristas de Florida.
El mandatario ha dado un giro radical a la diplomacia brasileña, tradicionalmente equidistante de los grandes poderes mundiales, y se ha orientado a estrechar relaciones con los gobiernos de los de Estados Unidos e Israel. En su encuentro con Trump, los dos jefes de Estado discutieron cómo trabajar juntos en temas regionales, pero también en otros temas fuera de la región, como Irán, China y Corea del Norte. Sobre Venezuela, Trump repitió su ya clásico “Todas las opciones están sobre la mesa”.
Al escoger a Washington como uno de sus primeros destinos internacionales, Bolsonaro rompió la tradición de los presidentes civiles que lo precedieron de visitar en su primera salida oficial a la República Argentina.
Una de las demostraciones más evidentes de que Brasil se coloca abiertamente bajo la órbita de los Estados Unidos es el acceso que le otorga Bolsonaro al lugar más estratégico de todo el mundo para el lanzamiento de satélites.
La concesión de la base de Alcántara se traduce en la consecuente pérdida de autonomía política del país para desarrollar una serie de tecnologías que son de interés nacional. Uno de los intereses de los Estados Unidos es contener la emergencia de nuevas potencias. La base de Alcántara, donde opera la Agencia Espacial Brasileña, es la única infraestructura de lanzamiento de cohetes bajo el control de un país soberano de América del Sur. La otra es la de Kourou, en la Guayana Francesa, de vital importancia para la Agencia Espacial Europea.
Ambas se sitúan en la cercanía de la línea del Ecuador, lo que permite aumentar la efectividad de los lanzamientos y ahorrar combustible. No debe olvidarse sobre este asunto el anuncio del presidente Donald Trump del año pasado sobre la creación de la Fuerza Espacial, una nueva rama de la Defensa que comenzará a operar en 2020, presuntamente para protegerse de amenazas de Rusia y China.
No es la primera vez que Washington pretende apropiarse del estratégico lugar. Durante el período del gobierno del expresidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), se llegó a un acuerdo que daba amplias prerrogativas a Estados Unidos sobre la base y que fue rechazado por el Congreso. Esta política antinacional cambió a partir del gobierno del Partido de los Trabajadores, con Lula da Silva como presidente. El gobierno de Lula frenó los acuerdos de cooperación en Alcántara con Estados Unidos y suscribió en 2003 convenios con Ucrania que incluían transferencia de tecnología. Sin embargo, estas iniciativas se paralizaron cuando se consolidó en 2014 un gobierno afín a los intereses estadounidenses en Kiev.
El objetivo no es solamente impedir que Brasil tenga una base competitiva de lanzamiento de cohetes, sino poseer una base militar en territorio brasileño fuera del alcance de las leyes y de la vigilancia de las autoridades de ese país, donde puedan desarrollar todo tipo de actividad. La localización de Alcántara, en el Nordeste brasileño, frente a África Occidental, es ideal para los Estados Unidos en cuanto a sus operaciones político-militares en América del Sur y África, en línea, además, con su política en confrontación con Rusia y China.
Otro elemento es la cercanía relativa de Maranhão con Venezuela. Una presencia militar bajo control estadounidense podría ser utilizada contra Caracas, que está siendo asediada y amenazada incluso con intervenciones militares.
La cuestión de la Amazonia (escenario de operaciones militares entre Brasil, Perú, Colombia y Estados Unidos en 2017), una región rica en recursos naturales, biodiversidad y agua dulce cuyo control es parte de la ofensiva de Washington, se suma a este conjunto de razones. El acuerdo con los Estados Unidos para la utilización de la base de Alcántara configura uno de los casos más repudiables de cesión de soberanía en la historia de Brasil.